Quiero contar todo "desde un lugar distinto", le dice Leila Guerriero a uno de los testimoniantes, uno que se niega a hablar porque no confía o porque no tiene mucho sentido volver sobre el tema de los secuestrados durante la dictadura militar. Pero ese lugar, ¿cuál es? El libro es esa búsqueda, la respuesta a esa pregunta. Lo cierto es que uno como lector trata de imaginar el mapa de Silvia Labayru como intentando entender, de descifrar lo ininteligible. No es posible. Chica bellísima que vivió en Texas y admiraba la cultura norteamericana, de familia de militares, se enrola en las células de la extrema izquierda, acaba secuestrada y colaborando de una forma que nadie llegaría a sospechar, viajando a Brasil y Mexico, dando a luz a una hija que es luego entregada a sus abuelos y Labayru visitándola y estando con su marido, acostándose con sus captores y haciendo un trío con la mujer de uno de ellos, y regresando a su cautiverio por sus propios pies. ¿Qué encierro era ese?
La historia escrita en enciclopedias, en fríos documentos o largas monografías rara vez recoge los momentos de dudas, lo injusto de un relato asentado con los años, nunca lo va a hacer como sí lo hace la literatura. En mañanas de domingo me pongo a jugar buscando esas asimetrías de la historia para ir un poco a la contra de aquellos que siempre dicen que todas las dictaduras son iguales. Hell no! No lo son. Todas son terribles, sí, pero también lo es cada una a su manera. Conozco yo una muy bien: la cubana. Ni por asomo los militares cubanos mandarían a una prisionera a una oficina en París a hacer ningún trabajo (Cuqui Carazo), esa se pudre en una mazmorra o se expulsa del país tras 25 años en una cárcel.
Hay una forma torcida y muy frívola de leer este libro y es la que insiste en ver sólo su perfil denunciante o su trasunto feminista: ¡a ti también te denuncia, estúpido! Esto no va del mural de tu partido ni de tu combativa cuenta de Bluesky, todo ese mundo de las consignas revolucionarias que te sembraste en la cabeza y que es el mismo que marginó a todas las Labayru de ayer y hoy y que censura y ningunea —o literalmente ataca— sin mucha compasión a quienes no siguen su dictum. Va de cómo es la vida en realidad, no de cómo quieres tú que sea para satisfacer tus húmedos sueños doctrinales.
Leí La llamada en primer lugar porque me gustan mucho los libros de Guerriero, me gusta su inteligencia al pensar el libro que va a escribir, su contención, su manera de elaborar, de construir la prosa tan lejos siempre de toda posibilidad de parrafada doctrinaria. En este fui marcando varios pasajes en la pantalla, a veces sin saber muy bien por qué. Marqué pasajes extensos, como el de la muerte de Silvia Lennie y la decisión de qué hacer con el cuerpo, el de la violación por parte del matrimonio González, el testimonio de Astiz, la explicación de Labayru de por qué no podía escaparse de la ESMA, la mención al libro Recuerdo de la muerte, de Bonasso, un personaje que siempre me pareció detestable por su relación con el castrismo. Marqué también algunos diálogos.
A mí, que siempre me llamó la atención la gran operación de propaganda que elaboró la izquierda alrededor de la dictadura militar y el caos de las guerrillas urbanas argentinas de los años 70 y que tantas veces vi a Hebe de Bonafini abrazar a Fidel Castro, sentí que este libro me aportaba otra perspectiva porque va de eso, de desmontar ese andamiaje que asignaba heroicidades y traiciones sin reparar en grises. Labayru, que con 18 años había sido montonera, repite en el libro: menos mal que no tomamos el poder, habría sido catastrófico, y se da a criticar la forma en que la cúpula dirigente, que se quería guevarista, pero al final eran tan castrista como cualquier otra, dejó tirada a su base mientras los jefes salvaban su pellejo.
No sé si es el mejor libro de Guerriero. A mí me gustaron mucho Los suicidas del fin del mundo y La otra guerra, aunque no son equiparables —este último es muy breve—, y sus columnas semanales son piezas de la más alta prosa escritas siempre "a la contra" desde ese pequeño lugar que ocupamos en el mundo.